Una vez asimilada la extensión de sus poderes; Juanita se dedico a controlar con ellos a cada uno de sus amantes. El problema es que cuando eso sucedió yo era uno de esos imbéciles que sucumbía a sus encantos –caminos al infierno-. Sus olores me producían un místico placer olfatorio, una especie de puerta a una dimensión donde las cosas vibraban con solo mirarlas. Creer que esa puerta existía me reprimió por mucho tiempo el sentido y siempre fui como el personaje aquel del cuento de Kafka “ante la ley”. Siempre mi rostro quejoso al frente de un guardia, de un alguacil de aspecto rudo que no deja que yo me acerque a la ley.
El tema es que en esos tiempos yo recién comenzaba a caminar al lado de Juanita y por lo tanto era inefable la reacción esa que me hacia comenzar a escribir en cualquier lugar – hoy escribo en cualquier lugar también, mientras espero que una mujer flaca, vampira deliciosa se lleve en sus chupadas mi vida-.
¿Narcolepsia?, ¿Neurosis?, ¿Delirio?, ¿Depresión?, Cualquiera de estas etiquetas se acomodaba en el fin del camino con ese tornado de percepciones bellas y exacerbadas que generaba Juanita en sus caderas.
Era en esos tiempos cuando se hablaba de comienzos a otras posibilidades con la realidad en los pasillos de las universidades.
El tema es que en esos tiempos yo recién comenzaba a caminar al lado de Juanita y por lo tanto era inefable la reacción esa que me hacia comenzar a escribir en cualquier lugar – hoy escribo en cualquier lugar también, mientras espero que una mujer flaca, vampira deliciosa se lleve en sus chupadas mi vida-.
¿Narcolepsia?, ¿Neurosis?, ¿Delirio?, ¿Depresión?, Cualquiera de estas etiquetas se acomodaba en el fin del camino con ese tornado de percepciones bellas y exacerbadas que generaba Juanita en sus caderas.
Era en esos tiempos cuando se hablaba de comienzos a otras posibilidades con la realidad en los pasillos de las universidades.